Inauguro mi blog con un juego entre blogs ideado por Ramón Escolano en su Jukeblog. El juego consiste en que cada blog haga un relato, micro, mini-micro, etc... con la frase del mes y la incorpore donde quiera en su texto, sin limitación de género, espacio u otra mención especial. Este mes la frase fue: Rodeó la esquina de la mesa y se plantó ante mí. Avanzó su mano izquierda y me levantó la barbilla... de la novela "La hermana pequeña" de Radmon Chandler.
Espero que os guste o, al menos, os entretenga el relato. Gracias por pasar a leer y comentar.
(Pintura de George Bousquet, autor surrealista contemporáneo)
MATRIOSKA
Rodeó la esquina de la mesa y se plantó ante
mí. Extendió la mano izquierda y me levantó la barbilla. Con la derecha me dio dos sonoras
bofetadas, que me dolieron mucho más por la humillación que por la sensación
física en sí. Significaban lo que ya estaba notando desde hace muchos meses
pero que no quería ver. Trol no era mi príncipe valiente ni me prostituía para
que tuviéramos dinero y escaparnos juntos. No. Trol es un sinvergüenza, un
chulo de putas y seguro que yo no soy la única que le mantiene.
El día anterior intenté quedarme
con parte del dinero. Me lo había ganado. Era la primera vez que no se lo daban
a él. Era mi propina. Pensaba comprarme algo que yo escogiera personalmente y
no todos los regalos que me había hecho Trol para engatusarme.
─¡Kahlila! Perdona, amor, sé que
no lo hiciste para robarme pero, pero… ─me sujetaba del brazo e intentaba
acariciarme las mejillas─. Es que no puedo soportar que me tomen el pelo ─y
comenzó a alzar la voz llegando a chillar─ ¿Es que creíste que no me iba a dar
cuenta? ¿Para qué era ese dinero? ¿Te ibas a fugar? ¿Con otro? ¡Di! ─y volvió a
alzar la mano para pegarme, mientras yo me protegía la cara con los brazos.
No pensaba decirle para qué era
el dinero. Que se muriese de curiosidad con sus paranoias.
─Tú solo tienes que pedir lo que
quieras, Kahlila y yo te lo regalo. ¿Era por eso? ¡Dime! ─y comenzó de nuevo a
enfurecerse─. Lo siento. Nunca pego a mis chicas, salvo que me roben, claro.
─¿Chicas? ─pregunté─ ¿Yo no soy
tu única chica, tu amor único? ─y recalqué la palabra única para que se enterase, aunque cualquier respuesta que me
diese era indiferente. ¿Por qué no había querido darme cuenta antes, si tenía
todos los elementos a mi disposición? Cada vez eran menos frecuentes las
estadías conmigo, los momentos íntimos y, conociéndole, sabía que los cubría
por ahí, aunque nunca pensé que fuera un chulo de putas. Claro que tampoco
creía yo que fuera una puta.
─Bueno… ─empezó a decir Trol,
dándose cuenta de que había metido la pata─. Ya sabes que nos hace falta mucho
dinero para viajar a otro país y vivir cómodamente. Y ella, Vëra, fue tan
generosa que se ofreció a ayudarnos… ─hizo un gesto con los hombros como quien
no tiene otra cosa más decente que contar.
─Anda, nena. Devuélveme el dinero
y olvidémonos de este asunto ─dijo, conciliador.
¡Señor! Este tío era gilipollas.
Pero ¿cómo me había yo dejado convencer y manejar a su antojo? ¿Qué iba a hacer
ahora? Supuse, erróneamente, que no pasaría nada si cortaba nuestra relación y
me marchaba. ¡Si lo llego a saber!
Esas dos bofetadas marcaron el
inicio de múltiples más y no todas eran así. Había golpes con el puño cerrado,
con objetos que encontraba a su mano, con cualquier cosa. Era evidente que no
me iba a dejar marchar y ahora quería que me drogara para que todo se me
hiciera más placentero. ¡Ni hablar!
Empecé a fingir y a planear. De
alguna forma tenía que escaparme sin que ello terminase con mi vida o con mi cara.
Las drogas Trol estimó que no eran necesarias ante el cambio que observó.
Incluso pasó conmigo dos o tres noches completas con champán, rosas y perlas,
pero para entonces yo ya sabía mucho, demasiado.
Éramos cinco chicas que yo
pudiera asegurar. Vi sus nombres en su cartera en un descuido, mientras cagaba,
antes de ponerse los pantalones. También vi un billete de 100 $ ─bueno, vi
muchos, muchos─ y cogí solo uno. Me arriesgaba bastante pero entre cinco chicas
no veía por qué tenía que pensar que era yo, la más dócil y antigua, al
parecer. Los nombres de Vëra, Natasha, Tatjana y Nicoletta me eran totalmente
desconocidos. Y tampoco sabía dónde se hallaban aunque quisiera contactar con
ellas y ¿para qué? Si supiese el tiempo en que permanecía ocupado… pero lo
primero era urdir una vía de escape.
Mi recorrido era corto y harto
conocido pero nunca lo había mirado como en aquellos días. También podía irme
con un cliente a cambio de no cobrarle y que me llevara a otra ciudad o a otro
sitio lejos de él. Pero prefería bastarme por mí misma y recurrir a eso en el
último caso.
Yo vivía en un pequeño
apartamento que, por supuesto, pagaba Trol y ahí recibía a mis “clientes”,
siempre previa cita con mi “chulo” y entrega de dinero. La vez que me intenté
quedar con el dinero fue la “propina” que un cliente quiso darme por mis
servicios. Seguramente tenía una cámara vigilando, eso, ¡encima magreándose a
mi costa! Aunque tal vez fuera para extorsionar a los clientes y desplumarles,
si se prestaba el caso. También deduje que él no era el amo del cotarro si no
uno de ellos porque para todo esto se requiere del trabajo de varias personas a
la vez y Trol no era precisamente muy trabajador. La comida me la subían del
restaurante al igual que los vestidos me los regalaba Trol y las joyas, zapatos
y cualquier otra cosa que necesitase. A veces me llevaba con él a unas galerías
o almacenes para que yo comprase lo íntimo que me era necesario y las cremas,
el maquillaje, las pinturas, etc.. Si precisaba de peluquería, venía una chica
con la que nunca crucé una palabra. Y… bueno, no sabía en qué parte estaba de
la ciudad y tampoco conocía esta.
Llegué tras mi liberación del
internado a los dieciséis años. Mis padres murieron a los cinco años de nacer
en un accidente de tráfico. No tenía familia ni nadie que se ocupase de mí, así
que el Estado se hizo cargo y me metieron en un internado para señoritas donde
aprendí por mi cuenta, a través de los libros, todo lo que me era necesario y
mucho más que me interesaba. Los modales por supuesto y las labores propias de
mi sexo las hacía con pulcritud y rapidez. Y de este modo llegué a la estación
de autobuses de Samara. Una perita en dulce para Trol que nunca se había
encontrado con ninguna chica tan refinada y que no necesitara unas cuantas
clases de modales previos. Fui elegida casi sin pensar, como caída del cielo. Y
así empezó mi historia de amor que terminó en la tragedia que ahora vivo.
Una vez le pregunté a Trol, nunca
más lo haré, qué tenía que darle para irme. Tras el batacazo con el bate de
béisbol en la cabeza, no recuerdo más, pero le prometí, juré y perjuré que
nunca jamás me iría.
(Fotografía de Wikipedia-Matrioska)
Fui buena, muy buena, sin queja
alguna, sin mal comportamiento para Trol. Un día entró un cliente distinto ¡y
tan distinto, por Dios! Parecía sacado de un catálogo de modelos masculinos de
ropa interior o exterior, lo mismo me da. Pero esto no fue lo que llamó
poderosamente mi atención, sino su extraña manera de comportarse. No nos
acostamos, ni siquiera lo intentó y eso que yo cumplí, por aquello de las
cámaras, a la perfección con mi cometido, pero él solo quería hablar.
Averiguando lo que pensaba tomó
mi mano y me llevó al cuarto de baño, puso música, abrió los grifos y dijo
─Todo esto ahora es innecesario.
He desactivado tu cámara y nunca mientras esté contigo volverá a estar
conectada.
─¡Ya! Y yo te voy a creer por tu
cara bonita para que Trol me mate a golpes ¿no? ─dije yo, aunque “sabía” que lo
que aquel hombre decía era cierto.
No obstante, cautelosa, le dejé
que hablara él. Al fin y al cabo a él no le iban a golpear si ya había pagado.
Me contó muchas cosas. Me habló de Samara, de dónde se encontraba, de la
distancia que había hasta la estación de autobuses, de lo que costaban los
billetes y de que él podría ayudarme a escapar si creía en él.
Realmente, no debía haber cámaras
porque si las hubiese con aquellos argumentos, el tipo andaría en muletas unos
cuantos meses, solo por las indicaciones y la proposición. Así que empecé a
interesarme.
Su nombre era Igor y descendía de
una familia de alto linaje de Moscú. Su pretensión única era ayudarme. Alguien
le habló de mí y de cómo “prestaba voluntariamente mis servicios”.
No me interesaba él ni los que le
habían hablado de mí. Lo único que quería era salir de aquella jaula de oro.
─¿Cuánto tiempo has pagado?
─Todo el día ─dijo sin inmutarse.
Como si aquello fuera lo más normal, cuando si se trataba de una noche me
depositaba Trol en una casa a la que venía a buscarme indefectiblemente.
Algunos me contrataban para “dama
de compañía” de un espectáculo o reunión importante o cenas de gala. En esos
momentos era cuando me decía que aquella era la verdadera vida, la que
conseguiría tener, aunque luego todo fuera un sueño. En esos instantes vivía.
─¿Todo el día aquí? ─pregunté yo,
escamada. Eso nunca lo ha permitido Trol ni siquiera doblando la tarifa o con
un borracho que no se pudiera mover. Se los llevaba o “invitaba” a salir,
dependiendo del estado en que se encontrasen─. Todo el día ¡Imposible! ¡No
puede ser! ─dije, al tiempo que notaba lo absurdo que sonaba si él estaba allí.
Me habló de un mundo sin
ladrones, asesinos, violadores, agresores… ¡vamos, de un mundo utópico! Pero en
el que yo necesitaba creer para salir de ahí. Siguió su discurso con la
existencia de una casa de pueblo muy bien acondicionada donde podría quedarme
si decidía irme.
─Pero ¿y tú? ─dije desconfiada,
mientras pensaba «Este tío está loco de atar, pero me divierte y para pasar
toda la noche con él tendré que seguirle el juego»─. Tú ¿qué ganas con todo
esto? ─algo tenía que sacar si no, no tenía sentido.
─¿Yo? De momento gano
una amiga ¿o no? ─respondió Igor.
─Sí, yaaaa… pero tú
me entiendes. ¿O se trata de cambiar de sitio y de dueño? ─me parecía que eso
era lo más acertado.
─En cuanto a lo
material, nada. No hay dinero, ni otro tipo de cambio económico por ti. Mi
satisfacción personal me basta. Es mucho más caro de obtener esto que dinero en
un negocio y además no lo necesito ─dijo, con displicencia.
«Ojalá fuera
verdad». «Ojalá existieran tipos así en la vida» ¿Existirían? ─me quedé
pensando.
─Pero, me
encontrará, Trol me atrapará de nuevo. Tiene muchos sabuesos ─dije rendida por
la evidencia.
─Cambiarás de
nombre, de ciudad y de estatus social. No tiene por qué encontrarte. No tendrás
ningún roce con él, a no ser que tú quieras ir a buscarle, claro.
Lo que decía era tan
tentador, era todo lo que yo soñaba, comprimido en un instante, en un ademán.
Me extendió un fajo de mil dólares que yo miraba atónita.
─Pero… ¿es esto es
realidad? ¿A alguien le intereso tanto como para malgastar su dinero en mí y
sacarme de este agujero? ─preguntaba─. Es que no me lo puedo creer.
─Sí que lo hay. Yo y
estoy aquí para liberarte. ¿Vas a venir? Dentro de poco vendrán los policías
para hacer una redada y llevarse a todos presos. Yo mismo les denuncié. Por eso
debes darte prisa para que no te encuentren. ¿Vienes? ─insistía él.
─«¿Y a mí qué
narices me importaba que este tío estuviera loco? Viene la policía y hay que
salir corriendo»
Le tendí la mano con
una sonrisa de agradecimiento y de pura alegría mientras nos íbamos de allí con
el sonido de las sirenas de los coches que empezaban a llegar.
(Fotografía encontrada en Wikipedia-Matrioskas, colección de 37 muñecas)
*********
─Es el cadáver más
risueño que me he encontrado en mis veintitrés años de policía. ¡Qué caso más
extraño! Es la primera vez que veo que a alguien le rompan la cabeza con un
bate de béisbol y sonría de ese modo. ¡Hay que ver! Nunca me acostaré sin
aprender algo nuevo.
FIN